No basta con vivir el ahora, ni con saber que el ahora es todo lo que existe, es preciso comprenderlo y explicarlo. No pretendo desarrollar una nueva teoría sobre la Vida, el Universo o el Todo. Dejo eso para los que dicen que saben, los especialistas, profesores, filósofos, maestros, iluminados. Soy solo un poeta que, con toda sencillez, les invita a iniciar una investigación sobre el movimiento que, revolución completamente distinta a todas las conocidas, comienza con el darse cuenta de la importancia que tiene el comprender el ahora.

Introducción

Leía con pasión aquel libro porque hablaba de mí, de mis problemas, de mis conflictos, de mis sufrimientos… de pronto me detuve en una frase, una pregunta. La pregunta quedó flotando en el instante, en el límite mismo, frente al abismo del ahora. Todo mi ser quedó suspendido de aquella pregunta que no tenía respuesta. La pregunta se refería no sólo a una parte de mí sino que involucraba todo lo en aquel momento era, a todo mi pasado, mi presente, mi futuro.
Miré a través de la ventana, un amplio horizonte se abría más allá de la ciudad. Al fondo, el cielo nocturno estaba cargado de nubes eléctricas. Volví a plantearme la pregunta sin oponerme a ella… en ese mismo instante un rayo abrió en dos la noche penetrando de lo profundo a lo profundo … el relámpago exterior coincidió con el interior o el exterior se hundió en mí arrasando la pregunta:


¿quién controla al que controla?


Su luz se disolvió en el fondo borrando toda ansiedad, toda duda. No había respuesta verbal, la respuesta surgía de la pregunta como un hecho, como una vivencia, sin tiempo. No había un quien, solo ese fondo vacío.  
Me levanté asombrado, algo aturdido, quizá asustado. Algo había pasado aunque no supiera exactamente qué. Todo el conflicto, ansiedad y sufrimiento acumulados durante tantos años se habían disuelto como el rayo en aquel fondo vacío.
Salí de la habitación, crucé el comedor hasta el balcón. El mundo era el mismo pero había cambiado. Recuerdo la sensación de libertad en un espacio que nunca había percibido, un espacio lleno de armonía entre los majestuosos edificios. La fealdad de la ciudad había desaparecido. Interiormente sentía paz infinita y euforia, alegría inmotivada y esta paz, esta alegría se extendía por el espacio sin distiguir entre dentro y fuera. Sin más pensamientos que los necesarios para poder moverme por el piso sin perderme o encender un cigarrillo, el silencio era el fondo de todo sonido y ese fondo escuchaba, veía, sentía lo que me rodeaba. No había sensación del paso del tiempo, un movimiento atemporal que abrazaba el ahora era todo lo que existía. No me importaba lo que había sido en el pasado ni lo que sería en el futuro. 


Solo existía el ahora. No había temor.

No estaba asustado, todo lo contrario, pero ¿cómo contar a mis compañeras de piso lo que me había ocurrido? Qué era exactamente lo que podía contar: porque lo extraordinario no era la sensación de paz y armonía, que vivía como algo completamente normal, y sentía, por decirlo así, como el estado natural del ser, no como un recuerdo sino como algo vivo y ocultado que siempre había estado ahí aunque no me hubiera dado cuenta… lo extraordinario era cómo se había producido. Y eso no tenía explicación y, por tanto, no podía ser contado o yo no sabía cómo hacerlo.
Lo mantuve en secreto incluso para mi compañera. Quizá intenté balbucear algunas palabras, solo recuerdo que me entregué con todo mi cuerpo, mi ser, a ella
cuando llegó del trabajo. Sentí que era la única manera de comunicarlo.

Al día siguiente me levanté con la inquietud de que aquello hubiera desaparecido. Sin embargo, seguía ahí y ahí siguió durante algún tiempo. No recuerdo cuanto. Lo que sí recuerdo es que aquello afectó profundamente a mi vida. Dejó de preocuparme la búsqueda permanente de satisfacción y placer, dejó de interesarme la búsqueda compulsiva de conocimiento, dejó de interesarme el llegar a ser distinto de lo que era. De alguna manera aquello era la certeza de ser completamente, no había necesidad de lograr algo distinto. Toda idea de realización personal desapareció integrándose sin esfuerzo en la vida cotidiana. Empecé a cuidar la alimentación, el cuerpo, sin necesidad de esforzarme en ello. Era como el resultado natural de aquella felicidad no buscada.

Con el tiempo quise saber qué me había ocurrido. Quizá ese fue el comienzo de la degradación de la vivencia o quizá ocurrió al contrario: el hecho de que fuera disminuyendo me llevó a buscar la manera de repetirla, acrecentarla. Comencé a buscar de manera cada vez más compulsiva. Leí a Krishnamurti, a Alan Watts, a Aldous Huxley,
a Salvador Pániker, a Juan de la Cruz, a los primitivos maestros del Tao, del Chan, del Zen… La búsqueda, el deseo de ser distinto a lo que era, volvió de forma paulatina, casi sin darme cuenta. Otra vez huyendo de mí mismo.

Pero ¿quién era el que huía y hacia dónde? ¿Cómo es posible huir del ahora? ¿Por qué desapareció, si es que desapareció. o simplemente fue tapada por nuevos conocimientos, conflictos, ansiedades, imágenes, pensamientos? Aquella liberación producida por el rayo de la atención pudo ser solo sensación, solo el alivio que se produce al terminar un sufrimiento profundo, un intervalo entre dos estados de sufrimiento o mi estado natural. No lo sabía. De nada valía que recordara si hubo un antes, ni cómo era yo cuando niño, antes de que todo este sufrimiento que yo era hubiera empezado.

Hubo nuevos acercamientos a eso después. Ahora que lo estoy contando puedo ver que cada nuevo acercamiento no significó una evolución, sino una profundización... ni siquiera una profundización… es… es más bien un movimiento abarcador, comprehensivo, sin relación alguna con el tiempo, en el instante.

Con el tiempo volví a vivir en un estado de ansiedad y sufrimiento. Ocurrieron algunas desgracias objetivas, nada que yo inventase, pero gran parte de esas desgracias eran producidas por la manera en que las afrontaba y vivía. Caí en una depresión que me llevó al aislamiento, a la impotencia y a un deseo permanente de muerte.
Toda mi vida había ido de decepción en decepción. Pero solo puede haber decepción cuando hay expectativas, cuando se espera un resultado o la continuidad de algo. Para no caer en esa continua decepción uno deja de esperar nada, de querer nada... y entonces cae en una depresión.
Tras muchos fracasos uno deja de luchar. Quizá se consuele con la idea de que por lo menos lo ha intentado. O deja de luchar, definitivamente . Deja de luchar no interiormente, a causa de la comprensión de la futilidad de la lucha, sino exteriormente. Este exterior puede abarcar también la superficie de la conciencia. Hay por tanto dejación, ausencia de lucha en lo exterior, en la mente superficial, aunque en lo interior profundo esa lucha continúa alimentando la esperanza. De ahí que la decepción suceda una y otra vez, se regenera.


¿Puede esa lucha y la esperanza que la alienta terminar completamente? No es que me hiciera por entonces esta pregunta. Me mantenía gracias a esa ilusión subterránea que de vez en cuando afloraba de múltiples maneras, a pesar de que no creía en ella. No conocía otra manera de vivir.
No me refiero, por supuesto, a la lucha legítima por cambiar las condiciones de vida, lograr lo necesario para tener una vida digna, sino a esa otra que se entremezcla con aquella hasta parecer una sola: me refiero a la continua lucha por ser mejor, distinto a los que se es, autorrealizarse, tener más, mejor posición, más prestigio, más de esto o aquello, sea esto o aquello algo material, psicológico o espiritual. ¿Puede esa lucha terminar? Porque si no termina estamos condenados a caer una y otra vez en la decepción y la vida se convierte en un continuo o intermitente sufrimiento.

Había perdido la pasión por vivir una vida sencilla, sin apegos ni propósitos, sin ayer ni mañana y me había lanzado a la aventura de construir una imagen verdadera de mí mismo y del mundo y ahora solo tenía cenizas en las manos.

Un día, un fuerte dolor en el costado me llevó a urgencias. El dolor físico dejó el sufrimiento emocional y psíquico en un segundo plano. Cuando el dolor es muy intenso no hay temor. Se trataba de un cólico nefrítico con infección e inflamación del riñon que me tuvo siete días ingresado en el hospital. Una tarde, aún no habían venido a visitarme mi compañera ni mis hijos, la puerta de la habitación se abrió y asomó una cabecita risueña que no conocía. Prefiero no hablar de ella, solamente de lo que me trajo G.: una botella de aceite ecológico de mi amigo Manuel y un nuevo acercamiento a aquello que yacía enterrado en el fondo de mi ser, una nueva revolución, la que ha originado estos escritos. Yo solo dije: no me conformo con sucedáneos, pero ella estaba allí, con su esperanza y su misterio, hablando de la Gran Obra Maestra que la Vida era. Fue su misterio, no su esperanza, el que avivó la llama que yacía sepultada en lo profundo desde aquella liberación primera.

Volví a K
(Krishnamurti), al que no leía desde hacía años, no en busca de la verdad sino de la herramienta que me permitiera desescombrar mi conciencia. La herramienta afinó los sentidos, ordenó la mente. Yo era mi conciencia y mi conciencia era todo el contenido, mi pasado y la proyección de este pasado en el futuro. Aquello volvió con cierta particular intensidad, quizá porque ya no me importaba perderlo todo, quizá porque ya estaba perdido y por eso ahora es posible.

Narro estos acontecimientos de mi vida no porque sean importantes en sí, ni porque sean relevantes para el que los cuenta, ni porque quiera demostrar nada a nadie, nunca antes había hablado de esto en público, quizá solo pretendar devolver a la vida lo que esta me dio.

No basta con vivir el ahora, ni con saber que el ahora es todo lo que existe, es preciso comprenderlo y decirlo. No pretendo desarrollar una nueva teoría sobre la Vida, el Universo o el Todo. Dejo eso para lo que dicen que saben, los especialistas, profesores, filósofos, maestros, iluminados. Ni siquiera voy a contar mis experiencias, simplemente les invito a iniciar conmigo una investigación sobre el movimiento, completamente distinto a todo lo conocido, que se inicia a partir de esa revolución por la cual empiezas a darte cuenta de la importancia que tiene comprender el ahora. Si solo es posible vivir en el presente, lo cual parece lógico y coherente, resulta de suma importancia comprender qué no es y qué es el ahora.
Si hemos comprendido que somos el pasado y este pasado hace que nuestras vidas sean un continuo e insignificante girar y girar del conflicto al sufrimiento, quizá si tenemos suerte gozaremos de pasajeros momentos de felicidad... por qué no cambiar. Por qué no investigar si es posible vivir de otro modo.

Primer acercamiento

El primer acercamiento es puramente vivencial, el ahora se vive como sensación, abarca lo emocional, lo sensible, lo físico. Es el estado natural de inocencia infantil. Todos lo hemos vivido.

Muchos autodenominados iluminados regresan a ese primer estadio y ahí se quedan. No es que haya que evolucionar en ninguna dirección. Eso está siempre ahí. Es el éxtasis de la vida, la percepción de la belleza, de la perfecta relación entre la luz y las sombras, la armonía de la forma en la materia, en las montañas, los valles, la fuerza incontrolable de las tormentas y el cielo, la sensación del agua del río sobre la piel, los primeros escalofríos del sexo, el placer de estar vivo. Todo lo cual es velado por el condicionamiento de la educación, las costumbres, la cultura.
...
Nos reunieron a todos los alumnos en aquel sótano oscuro y frío, los maestros, para elegir nuestro regalo de navidad
entre un montón caótico de juguetes, entre la barahúnda de la lucha de los más fuertes entre sí y de estos contra los débiles. Yo no encontraba el momento de intervenir, quizá debido a que era de los más pequeños, a mi timidez o al estupor que me producía aquel magnífico espectáculo de codazos, pisotones, quítate tú para ponerme yo, que nos habían preparado nuestros insignes maestros. Había que mostrarse, salir de uno mismo y elegír. Fui uno de los últimos en hacerlo como, luego, me ocurrió durante toda la vida. Nunca se mostró con tanta claridad lo que sería vivir en una sociedad como la nuestra: se me ofreció la competición entre los míos como única forma de conseguir lo que me correspondía.
 ...
Aparte de los crueles maestros, no importa si su violencia es física o psicológica, no importa si su método se basa en el castigo o en la recompensa, aquella inocencia fue matada por los sucios sacerdotes, con sus imposiciones del sentimiento de culpa y arrepentimiento. La primera comunión. Ahora  veo cómo transformaron el mensaje de amor del manso crucificado en actos de rencor a la vida. Y aunque aquello no duró demasiado el mal estaba para siempre hecho.
...
Nunca fui el fuerte, quizá por eso fui un rebelde y, por eso, fui castigado por la autoridad cuando preferí seguir a los compañeros antes que a los sacerdotes y a los maestros. Preferí el futbolín al colegio, el ruido de la calle al silencio impuesto de las academias, el olor a basura al sudor rancio de
las instituciones, el fluir del río a los mármoles de los templos.

Aprendemos a competir entre nosotros por conseguir el mejor regalo, a sentir culpa, a huir del castigo, a aceptar la autoridad sin rechistar o a rebelarnos contra ella y quedamos atrapados en aquellas primeras experiencias. Grabadas a sangre y fuego en la conciencia me hicieron como soy, pero también, y esto es importante: me hicieron lo que soy. Yo soy eso y no la conclusión del razonamiento o conocimiento de un especialista, un profesor, un maestro, un iluminado. Es ahí donde tengo que mirar ahora... en las experiencias acumuladas hasta crear un velo impenetrable para la luz, para la vida. 

...
Con el tiempo tendremos incluso una concepción del mundo. Qué gran cosa, un arma para combatir contra las demás visiones del mundo. En mi caso, para huir de la angustia de vivir, fui existencialista antes de abrazar el marxismo. De Sartre a Marx, tal y como era común en mi época.

Tras el desengaño, algunos se quedaron atrapados en la idea de salvadores, caí en un absoluto nihilismo, en el caos autodestructivo. Lo cual no era sino resultado del excesivo control de la ideología sobre la vida. Toda ideología es una conclusión, una solución particular a los problemas de los seres humanos. Una solución basada en el conocimiento, en el pasado y proyectada hacia el futuro. Es la negación del presente, de la vida que fluye y nunca se estanca. La solución era vivir el ahora simplemente pero, al no comprenderlo, la vida física se transformó en destrucción y muerte. El desarreglo de todos los sentidos que me llevaría a convertirme en un santo, en un vidente (según la prescripción de Rimbaud) estuvo a punto de acabar literalmente con mi vida. Tomé toda clase de drogas, frecuenté a los ángeles de la mala vida, hasta convertirme yo mismo en un ángel caído.

En ese estado de caos autodestructivo me encontraba cuando una noche, camino del suicidio, me encontré con J., la que fue y es mi compañera. Con ella y otras amigas suyas vivía cuando se produjo el segundo acercamiento que conté al principio.

Segundo acercamiento

En el segundo acercamiento tratas de explicarte y comunicar lo vivido como algo que te ha ocurrido, y esta es la manera de perderlo. A continuación comienzas a creerte alguien especial, con una misión que realizar. Muchos iluminados se quedan en eso. Al convertirse en maestros están de nuevo perdidos. Es un regreso al ego, que se ha vuelto más sutil pero sigue estando ahí.
 

Frecuenté el Centro de Información K de Madrid. Pasábamos vídeos, dialogábamos. Nos veo allí sentados, cocinando la olla sin atrevernos a entrar en aguas profundas, peligrosas. A mí no me interesaba demasiado la cosa de la iluminación en sí, sino los efectos que aquella podía tener en nuestras vidas, en las vidas de la gente. Si todo se quedaba en un día por semana de dedicación a la causa en medio de una vida cómoda, rutinaria y ociosa qué insignificancia para el que había vivido jugándose la vida por la transformación del hombre en la lucha política. Qué teníamos que decir nosotros a la gente que sufre, como gente que igualmente sufre no como iluminados que miran desde su incontaminada altura, eso era lo que me importaba. Pero no teníamos nada que decir que no hubiera dicho ya el maestro. Para satisfacer mi vanidad, no comprendida en su momento, dejé que me eligieran coordinador, aunque luego resultó que fue una solución de compromiso para contentar a las distintas facciones en juego. A mí que andaba como siempre solo y perdido. Era completamente absurda y ridícula, además de mezquina, aquella lucha entre grupos por el poder. A los pocos meses dejé a aquella gente totalmente defraudado. Lo que pasó allí solo lo entiendo ahora, muchos años después. 
...
Si realmente lo vuestro es el poder por qué os mezcláis, pobres diablos, en las cosas sagradas del ahora. Destruye y mata allí donde la vida es muerte y destrucción, vence o sé vencido en el campo de batalla pero no ensucies la fuente de la vida.
... Volví a mi consabido nihilismo, ahora fortalecido, por una nueva decepción, por un nuevo desengaño, un nuevo fracaso. Sin embargo, poco después me enfrasqué en una investigación que acabó convirtiéndose en una obsesión, en una rutina. Un estudio que me aisló por completo de la gente y del mundo y que llevó mi vida y la de mi familia a la más absoluta ruina. El objetivo lo merecía, pues había descubierto el proceso y la estructura de la energía y el modelo originario que la describía, modelo que era la base de todas las cosmovisiones antiguas, tradicionales e indígenas. O al menos eso creía. Aquella investigación me llevó veinte años. Veinte años tirados a la basura, a no ser que pudiera ver que la imagen que había construido era solo eso, una imagen, y que la imagen del mundo no es el mundo. Pero no lo veía. 
Poco antes me había trasladado con mi familia de Madrid a Andalucía, huyendo de la mala suerte. Hubo desgracias reales y desgracias provocadas por mi ambición de conocimiento que me llevaron a una profunda depresión y a un encuentro con la muerte. Quizá el único valor de aquel descubrimiento fue aprender el lenguaje que ahora me permite expresar que el ahora es un incendio que quema todos los residuos del pasado, de todo conocimiento, y, por eso, al cabo de veinte años de estudio me encuentro con las manos vacías. Lo mismo que cuando comencé.

Tercer acercamiento

Al menos en mi caso ha habido un tercer acercamiento. Su característica principal es que la mente comienza a entenderse a sí misma. Es lo que empezó a ocurrir después de la terrible depresión y el encuentro con G. en el hospital, al que me he referido en la introducción.

Qué entiendo por mente: no es el ego, sino el instrumento del cerebro para comprender la forma u orden de la materia. Es entendimiento y discriminación. Es comprensión de la conciencia como pensamiento y de la imposibilidad de una conciencia sin pensamiento. Percepción de la mente como proporción, la armonía existente en la naturaleza, inseparable de la materia. Y comprensión del orden implícito en el presente. 

Muchos de los autodenominados iluminados no entienden qué es la mente. Hablan de vivir el presente, sin pensamientos, pero lo viven como una sensación o como resultado de la enseñanza del hipotético maestro espiritual que ellos se creen que son. Puede que su pensamiento sea muy débil, que el intervalo entre pensamientos sea muy grande y, por eso, sean más perceptivos y tengan una sensación de paz, etc., pero si niegan la mente es que no han entendido nada. No hay materia sin mente: la mente es la relación de las partes entre sí y de estas con el todo, es una proporción armónica, la razón tal y como la entendían los antiguos griegos. Eso está ahí, eso no es tuyo ni mío.

El presente no es un punto adimensional, o sólo lo es con respecto al tiempo. El presente es simultáneamente atención, materia, forma o mente y conciencia pensamiento.

1. Como atención capta el proceso energético, su recorrido, el final como principio y el principio como final en un solo instante. 
2. La materia, el cuerpo, proporciona y es origen de la sensación del ahora.
3. La mente es el espacio creado por la indagación a partir de la duda, el intervalo entre la interrogación y la respuesta.
4. La conciencia es el contenido nacido del impulso o pulsión primordial, origen del deseo, reflejo o imagen de la atención creada alrededor del observador, pura ilusión, el observador separado de lo observado.
Lo cual es solo una declaración, un índice. Perdonen el laconismo. Profundizaremos en todo esto un poco más adelante.

Cuarto acercamiento

Se puede postular un cuarto acercamiento: el completo conocimiento de uno mismo que llevaría al estado de iluminación. Pero este es solo una teoría. Este cuarto acercamiento en realidad no me interesa demasiado. Se vuelve con facilidad mera especulación. Sin embargo, es el enganche de los todos los gurús, de todos los maestros espirituales y demás ralea que buscan en tu bolsillo.

Uno lee, escucha a todos esos iluminados, maestros espirituales y demás gente que sabe y se pregunta qué es lo que saben que no sepa ya mi frutero o mi vecino. Viven exactamente igual que estos, de una conclusión, de una idea que te venden como lo real.

A la gente sencilla no nos interesan los iluminados, ni su propuesta de “para alcanzar aquello siga usted mi camino”. Los que dicen que lo han alcanzado mienten o se engañan a sí mismos. No hay un estado que pueda llamarse iluminación. Si se refieren a algo (incluso después de negarlo) a lo que se refieren no es a un estado permanente ni absoluto, en todo caso un proceso que coincide con el proceso del presente. Siendo algo común y corriente, al interpretarlo como un estado extraordinario y absoluto, lo convierten en algo inaccesible.

El impulso vital que da lugar a la conciencia no puede cesar, pues sin él no es posible la vida. Sin embargo, ese impulso no es la conciencia. La conciencia, como bien dice K, es su contenido… y su centro de atracción-proyección, el ego.
¿Puede haber conciencia sin centro, sin ego? La pregunta es ¿Podría ser extirpada la raíz del ego? Podría… Pero no puede suceder, pues al suceder tiene continuidad y donde hay continuidad hay tiempo, pensamiento. No sucede, es o no es, como la acción, como el amor, como la muerte. Por lo tanto, nadie puede llegar a ese estado o alcanzar eso.

Hay una acción en la que ni el cerebro ni el cuerpo se identifican con el centro de la conciencia, el ego. Pero ya hemos visto que esta no identificación no puede ser permanente, ni algo definitivo, sino algo que se renueva en el presente. Por eso no es permanente, ni algo que suceda: es creación, acción constantemente nueva.

No es un estado. Nadie puede estar iluminado, ni existen los maestros. Quien diga algo así de sí mismo o de otros, miente o se engaña a sí mismo. Por lo mismo, no existe la evolución espiritual ni la autorrealización. Estas no son sino un movimiento más de la conciencia alrededor del ego.

No sé que es el ahora

Miraba la exuberante vegetación alrededor de la casa de campo que mi padre había alquilado para  veranear a unos pocos kilómetros de la ciudad, en el Puente de la Sierra, junto al río de Jaén. Era un viejo edificio que durante el invierno servía de escuela a los niños de los hortelanos de la vega. Tenía un aula cerrada y oscura y una pequeña capilla. Nosotros ocupábamos las dependencias de los maestros. En las siestas mi mundo se circunscribía a los jardines que la rodeaban. Bajo la sombra del porche contemplaba quizá extasiado los movimientos de los minúsculos insectos como en la cresta de luz de una ola. Un ansioso aleteo en el suelo llamó mi atención. Un polluelo de gorrión trataba de ocultarse entre las secas hierbas del suelo. Un primitivo instinto hizo que me abalanzara sobre él para cogerlo, apresarlo, hacerlo mío. Un instante después sentía como se agitaba asustado entre mis manos. Quise mirarlo despacio para gozar de su frágil vida. Al abrir mis dedos sentí que se escapaba. Mi torpe impulso fue cerrarlos, apretarlos sobre él para que no se fuera. Como cortando el corazón de su raíz sentí en mi pecho la navaja del miedo. Lo solté asustado. El pajarillo herido y el niño eran uno. Un instante después, los dos muertos. Ciegos en el éxtasis de la luz. Terrible impacto, la muerte ahora.
De un golpe aprendí que la vida no puede ser controlada, sujeta, ni apresada. Pero ¿sería capaz de vivir con las manos abiertas?

Este es uno de mis primeros recuerdos, si no el más antiguo.

No sé lo que es el ahora. Ya sé que incluso me permití incluir un índice, según el cual el presente es


Atención

Mente

Cuerpo

Conciencia

Pero realmente no sé lo que es, aunque perciba que es una sola y única acción no fragmentada.
Por tanto, el ahora no se halla dividido en atención, mente, cuerpo y conciencia. El presente es esos cuatro movimientos o campos energéticos, simultáneamente, en un solo movimiento que ve, abraza, siente y vive.
A la conciencia del ahora sin el movimiento del tiempo la llamamos vida. No sé lo que es aunque pueda percibirla a través del cuerpo. Igualmente percibo la mente a través de las relaciones entre las partes y de estas con el todo, aunque tampoco sepa lo que es.
Acción, atención, discriminación, sensación, conciencia.  La discriminación es la acción de la mente que permite orientarnos. No es conocimiento adquirido por educación o condicionamiento.
Como no sabemos lo que es no podemos partir del conocimiento propio o de lo que los demás han dicho. Es preciso vivirlo. Pero ya vivimos en el presente, esto es un hecho. Nadie medianamente cuerdo pondría en duda esto. Vivimos en el presente, lo cual no quiere decir que vivamos el presente ya que somos el pasado, nuestros recuerdos y experiencias, nuestras esperanzas y objetivos.
Al darnos cuenta de que somos el pasado y su proyección, la conciencia queda envuelta en el presente. La conciencia, lo que realmente somos, lo que sabemos o recordamos. Aún así no lo comprendemos, Para comprenderlo es preciso que el contenido de la conciencia sea percibido y cese su ruido.
Al cesar hay percepción de la vida moviéndose en el ahora. La vida es ahora, pero no hay un yo, no hay un centro, no es poder, no sirve para conseguir otra cosa. Nadie puede experimentar el ahora. El ahora no es el intervalo entre dos pensamientos. Por eso es un poco tonto decir “yo soy eso”. Mientras que haya un yo eso no es sino pasado, recuerdo, conocimiento, pensamiento, tiempo.

Los adultos me daban miedo

El mismo verano del pajarillo muerto entre las manos, los amigos de mis padres organizaron una fiesta. Después de comer y beber, al chistoso del grupo se le ocurrió organizar una procesión, pero como no tenían santo de palo, o consideraron idolatría utilizar uno de la capilla, a alguien se le ocurrió que el santo podría estar vivo. Quién mejor que un inocente niño. Cogieron una tabla del aula y me subieron a ella sentado en una silla, envuelto en una sábana. A mi alrededor ellos cantaban y reían con velas encendidas en las manos. Me llevaron por el pasillo desde el aula a la capilla. Yo estaba aterrorizado con la idea de caer desde la tabla, que se movía  al compás de los borrachos, al suelo. No fue la última vez que alguien me subió a una mesa siendo yo un niño, solían hacerlo mis tíos y primos mayores en sus fiestas familiares para que contara chistes y, luego, en el extremo de la euforia y de las risas del vino me lanzaban al aire. Temía que antes o después me dejaran caer al suelo.

Antes y después, muchas veces me dejaron caer al suelo. Sin embargo, no ha ocurrido nunca ahora.

Muchas veces fue dejado caer, abandonado por los hombres, por el mundo, jamás por Ella. Aunque, luego, fui viendo que Ella no atendía siempre a los ruegos de su niño mimado. No bastaba con sentarse a esperar sobre la tarima como si uno fuera un santo. Los demás, que solo pretendían reírse un rato, ni siquiera estaban dispuestos a pagar por ello. Era preciso darles lo que esperaban, no cualquier cosa que a mi se me ocurriera. Pero para entregarles aquello que deseaban recibir tenía que volver a la tierra y ser como ellos. Y yo seguía en la tarima, sobre la mesa.

La timidez

Bajaba a oscuras las escaleras y me asomaba por la rendija de la puerta a la luz de la calle. Vigilaba que no hubiera nadie que pudiera burlarse de mi delgadez, de mi cabeza rapada, y cuando no veía a nadie corría hasta la esquina que daba a la alameda. A veces podía oír detrás de mí, en mi veloz huida: ¡Ea, ahí va relámpago!

Una vez solo, me paraba, respiraba hondo y, ya en el mirador, gozaba de la belleza de los valles y las montañas sin sombra de humillación en la memoria. En esas lejanías me sentía a salvo. Aquella belleza no había sido creada por ellos, ni por mí. Nadie podía entenderlo, solo el éxtasis podía. Pero el éxtasis solo dejaba cenizas, percepción de ser, conciencia de haber sido. Ni un recuerdo en que apoyarse, ni memoria del camino.

La timidez me llevaba a crear espacios aislados, para no ser herido. Una reacción al miedo a ser lastimado.

Ahora comprendo que ese espacio existe, es real como la luz de la pantalla en que leo, pero, también, que no es un espacio separado del mundo. Su aislamiento es resultado de la huida (de la soledad del portal a la soledad del mirador), de la creación de un espacio intermedio (la calle, el sarcasmo de los vecinos, mi humillación, la misma huída).
Ahora, que el niño ya no corre, no se esconde, no tiene miedo a ser humillado, ha abierto de par en par la puerta y la luz, que antes se colaba por la rendija de su guarida prometiendo un mundo nuevo, ha descubierto todo un mundo más allá de los límites del monitor.

No sé qué ha sido

Al niño le gustaba subir a aquel monte contemplando, en el camino, las frágiles florecillas que como pequeños milagros crecían entre las rocas. Una vez arriba se sentaba sobre una peña y miraba. Solo eso hacía. 
Aquel paisaje es ahora, cincuenta años después la meditación tenía una especial intensidad aquella noche. Estaba dispuesto a llegar a la negación final, definitiva, de todo lo conocido para, se suponía, aunque tampoco me lo planteaba como una meta definida, arribar a lo desconocido. 
Como era lógico, solo negando el yo era posible ir más allá. 
Observaba mis pensamientos y al mirarlos más y más profundamente se disolvían. 
De pronto, aquel silencio, aquella nada lo llenó todo.
Un pensamiento clamó en ese mismo instante:

¡Esto es una locura! ¡Qué será de mí a partir de ahora!

No sé qué ha sido de aquel niño.

El escritor

Había trabajado durante muchos años para llegar a ser un escritor y ahora ya no le importaba si los demás reconocían su valía. Era un escritor independientemente de lo que los demás pensaran. Subsistía, sin embargo, el miedo a no ser lo que había imaginado que era.
Era consciente del trabajo realizado y de lo que aún quedaba por hacer, pero los acontecimientos se habían puesto en contra.
Se sentía incontaminado por el hecho de no haber participado en la corrupción del régimen social establecido y esto le proporcionaba cierto sentimiento de superioridad con respecto a sus colegas. Pensaba que esta era la causa principal de su no reconocimiento, de su anonimato.
Todo su sistema de pensamiento se vino abajo cuando entró en depresión. Quizá no era tan valioso como él creía. Quizá había estado perdiendo el tiempo todo estos años de arduo y solitario trabajo.

Escribió:

Como la llamarada que quema en un instante el árbol en un incendio, primero fue el miedo terrible, profundo y negro como un pozo. Y me quedé vacío, sin certezas, sin pasado ni futuro al que asirme. Luego, vinieron los lamentos y los lloros.
El yo se rinde, se siente fracasado y se rinde y, sin embargo, no se ve a si mismo como causa y centro de su desgracia, no ve sus límites: la radical inseguridad del que busca la seguridad absoluta. Porque en buscarla se basaba todo mi trabajo de escritor, no en el deseo de ser reconocido y famoso.
No importaba si había motivos reales, causas objetivas para sentirse fracasado, lo que cuenta es el sentimiento de fracaso en sí, que sin fuerzas para seguir se resiste a ver sus límites. En el fondo de sí mismo anhela lo contrario y la falta de fuerzas para lograrlo lo hunde más y más en ese pozo. Rectificaría si pudiera, cambiaría los hechos si tuviera fuerzas, sigue sin ver que él es la causa de su mal.
Frente al fracaso siempre encontrará un motivo para sobrevivir, para perpetuarse, para no quemarse completamente en aquella primera llamarada.
Pero la muerte llegó y cortó definitivamente el hilo del pasado que me unía a su fracaso. Sin pasado no hay yo. Se acabó la depresión.


¿Era verdad que ya no tenía nada por lo que luchar y que, por lo tanto, era libre para actuar? ¿O era una nueva treta del yo que se había transformado en un nuevo deseo, una nueva proyección, un nuevo objetivo camuflado? Sentía que era preciso investigarlo.
Estos mismos escritos, agrupados bajo el título Comprender el ahora, que relataban la negación de aquel primer objetivo (dedicar su vida a convertirse en escritor) y que le ofrecían continuidad tras el desengaño, quizá estaban motivados por un nuevo intento de reconocimiento.
El deseo de la muerte del yo sigue siendo el yo.

Instantes y momentos

Era el momento de la decisión. No había duda. Hasta el momento mi vida de los últimos años había discurrido en una determinada dirección. Ahora al cerrarse aquel camino era preciso volver a donde todo había empezado.
Caminaba solo por la zona donde solíamos vernos sin quedar previamente: la biblioteca y los bares que la rodeaban. No encontré a nadie y aproveché para dar un paseo. Necesitaba reflexionar a solas.
Proyecté mi futuro a partir de una historia truncada, el proyecto fracasado de una urgencia inventada. Yo era un artista, un músico, un poeta, un revolucionario no un político. Pero todo lo había abandonado, disuelto en una militancia acuciante y obsesiva. Tenía que recuperar los años perdidos. Todo mi esfuerzo se centraría en ello, el objetivo estaba claro. Triunfar sería solo el resultado de un trabajo bien hecho. Luego, comprobaría que el éxito profesional no se obtiene por el trabajo bien hecho sino por la capacidad de amoldarse a lo establecido. En este caso, tras los cuarenta años de dictadura, al nuevo discurso político de la transición sometido a los intereses del mercado e inventado por los arribistas oportunistas de turno. Pero esta es otra historia.

Había puesto toda mi voluntad y mi esperanza, mi futuro en la consecución de una sociedad que pudiera dar a luz a una humanidad nueva. Para que esa sociedad fuera tenían que cumplirse las condiciones que el partido había dictaminado según su teoría, que se calificaba a sí misma de materialista y científica. Ahora veía que esas condiciones no se cumplían, que todo había sido imaginación, fantasía, deseo disfrazado de ciencia. Tomé la decisión en el momento, tras el desengaño ideológico y político para sobrevivir a lo que todavía consideraba como una traición a mis ideales.
Toda historia está compuesta de un primer momento que se despliega, en una cadena aparentemente imposible de romper, en posteriores momentos condicionados por el aquel primero.
Todo momento condiciona el porvenir hasta el instante del rayo, en que es visto como lo que realmente es. La decisión de aquel momento fue el trasfondo que subyace a todo lo que he hecho después.
Para borrar mi pasado primero utilicé el martillo de filosofar de Nietzsche, luego, el bisturí de Henri Miller, más tarde, el inmenso y razonado desarreglo de Rimbaud. Después, fue el rayo del instante. La clara y completa percepción del momento borra, como la ola sobre la arena, todas las huellas.

Definición:

Tomo aquí la segunda y sobre todo la tercera acepción de “momento” de María Moliner. Según la primera, momento e instante son sinónimos.

 1 m. Punto en el *tiempo: ‘La velocidad de un móvil en un momento dado’. 1 Instante.
2 Porción pequeña de tiempo. No admite ninguna determinación de cantidad: ‘Me falta un momento para acabar. Llegará dentro de un momento. Se ha marchado hace un momento’
3 (sing. o pl.) Tiempo de extensión indeterminada (unos segundos, unos minutos, unas horas, unos días, unos meses y hasta unos años) en que ocurre o se hace cierta cosa: ‘No es momento ahora para discutir. Pasamos entonces unos momentos de angustia’. 1 Instante[s].

Burbujas de conciencia

Se levantan las patas de la mula
En el aire el grito de alerta del jinete
Contra la boca del estómago del niño
la pezuña rompe el hilo del aliento

abrazo del oscuro abismo

al otro lado, sol, el murmullo
y la humedad viva del río
la atención de los presentes
miedo y suspiros de alivio:
al fin, regresa el niño.

No hay aparentemente ni un antes ni un después, solo una burbuja de luz rodeada de negrura.

...
Burbujas de conciencia-luz rodeadas de negrura (conciencia-olvido) de la primera niñez van tomando forma, uniéndose para formar una historia. Aunque historia, propiamente dicha, no existe hasta que tenemos un propósito, un objetivo de vida.

Algo es mejor que nada

Ahora se daba cuenta de que la depresión durante estos últimos meses era el final de un proceso que había durado muchos años. Empezó en la Transición política, después del primer desengaño, cuando decidió convertirse en escritor. Tenía entonces veinticuatro años; ahora, sesenta. Ese largo y sostenido esfuerzo por llegar a convertirse en escritor y obtener reconocimiento y éxito había llevado su cerebro y su cuerpo al agotamiento físico y a la depresión.
El objetivo tenía una parte técnica, de aprendizaje del oficio, ineludible, necesaria, pero nunca aceptó las condiciones que se le imponían por el stablishment surgido de la componenda del 78. Era necesario aprender el oficio y lo hizo hasta la extenuación. Luego, descubrió que no era suficiente para tener obtener un mínimo de reconocimiento profesional. Lo que le había destruido (se decía, aunque había más elementos) había sido no querer entrar en el juego sucio de los compadreos de los profesionales. Se negó a ser un profesional. Vivió como un anacoreta, un alquimista o sabio loco, lo que le hizo ser un escritor ausente de su tiempo, a la espera quizá de un descubridor de talentos, esa esperanza subsistía. Nadie renunciará a sus privilegios de casta una vez adquiridos en nombre de la revolución.
Hasta que enlazó, sin futuro como ellos, con los jóvenes de su época en plena degeneración del 78. Aunque llegó quizá demasiado poeta incorrupto para esa renovación. La depresión le había entregado a la muerte, a la radical revolución. Algo es mejor que nada pero él lo quería todo. Lloraba sin motivo, nada le importaba. La  muerte le había arrasado por dentro quemando su pasado y produciendo una verdadera mutación. Quedó con alma de mendigo.
Ya no le valía cambiar unos sueños por otros. Todo sueño, toda esperanza es un lastre: la comprensión de esta verdad es la verdadera revolución que han padecido muchos jóvenes en propia carne, a pesar de la intensiva propaganda de los intelectuales de mi generación a su favor.
Ahora es acción no controlada por los sistemas ideológicos y fluye libre, incontaminada. Ahora es orden no impuesto, al margen de toda institución y contrainstitución, diques que detienen la corriente incontrolable de la creatividad y de la inteligencia colectiva.
La liberación del objetivo produjo ligereza, libertad… pero aún no se había desprendido de todo el contenido de la conciencia. Burbujas aisladas afloraban aquí y allá en los márgenes de su historia. La conciencia de ser, las mantenía a flote en la corriente de la vida. Vislumbraba entre estos chispazos de luz, en un nivel más profundo, corrientes, remolinos, plegamientos oscuros que indicaban una cierta agitación interna de identificación con los contenidos del yo.

El río de la vida

Burbujas de conciencia-luz rodeadas de negrura (conciencia-olvido) de la primera niñez van tomando forma, uniéndose para formar una historia. Aunque historia, propiamente dicha, no existe hasta que tenemos un propósito, un objetivo de vida. Para mí, ya lo conté, fue la voluntad de convertirme en escritor. Para lo cual eran necesarios unos objetivos técnicos, aprender el oficio, a los que se añadieron unos objetivos espurios: querer triunfar, ser reconocido.
La historia no abarca toda la vida. La realización o negación del objetivo no pone fin al río de la conciencia y a su centro el yo. Persiste en las burbujas de luz, generados como chispazos de conciencia toman de la memoria su energía, aunque ocasional o permanentemente sean olvidados, arrumbados a las zonas oscuras como arrugas entre los campos hinchados del yo soy. 
Es necesario ver todo el río para que pueda tener un final, es necesario un final para poder ver todo el río, su discurrir y sus burbujas de conciencia con su carga de deseo, rechazo, satisfacción o temor.
No olvidarás lo que le ocurrió a tu cuerpo o a tu mente en un momento determinado de tu vida. Termina el discurrir de la conciencia y de su centro, el ego.

Misticismo

“'mística' designa la actividad espiritual que aspira a llevar a cabo la unión del alma con la divinidad por diversos medios (ascetismo, devoción, amor, contemplación).” 
Ferrater Mora. Diccionario de términos filosóficos.

Esta definición, cualquier definición, está condicionada por determinada manera de entender el hecho y por una determinada manera de explicarlo. Actividad espiritual, alma que aspira, divinidad, diversos medios… son términos dentro de un determinado contexto cultural que presupone la existencia de una realidad a la que se refieren esos conceptos. Pero ¿es esa actividad, denominada mística, realmente un hecho o es una actividad imaginaria? Si fuera imaginaria podríamos decir que es también un hecho, un hecho imaginario, distinto por tanto de un hecho mental o físico. Sería preciso discernir esta diferencia para poder discriminar entre uno y otro hecho.

Lo que nos importa de la mística no es el lenguaje que utiliza, dentro de un contexto cultural, sino lo que revela más allá de ese lenguaje. Si hay o no un hecho no imaginario detrás de las palabras que lo definen, describen o relatan.

En las sombras del templo había un niño asustado más por el pecado que por el castigo. El pecado era su castigo pero, sobre todo, tener que confesarlo. Cuando le llegó el turno se arrodilló frente al anciano sacerdote. El niño balbuceó la oración de rutina y contó a aquel hombre lo que le inquietaba. Cuando acabó y cumplió su penitencia salió a la calle feliz, con la conciencia tranquila, liberado de las tinieblas de aquel templo.
Después de la primera comunión me volví muy escrupuloso con mis deberes religiosos. Asistía a misa, me confesaba y comulgaba todas las semanas. Sin embargo, aquello no bastaba para aplacar mis terribles sentimientos de culpa. Si pensar en cosas prohibidas era pecado el intentar no pensarlas me provocaba aquello que quería y debía evitar. En aquel juego de control y represión siempre perdía yo.
Acabé por dejar de confesarme, para no pasar por aquellos malos ratos. Los pecados se acumularon hasta tal punto que necesitaría muchas horas para ponerme al día. Opté por olvidarme de Dios y sus preceptos, de las obligaciones que en su nombre nos imponían los sacerdotes. No había ahí un acto perceptivo de la maldad intrínseca de aquellas imposiciones, solo negligencia.
Espontáneamente, una vez eliminada la carga, volví a ser el místico de la naturaleza que siempre había sido, un místico laico y ateo cuyo templo eran los campos, los ríos, las montañas.

Tras la crisis existencialista de la pubertad milité en un partido comunista aunque seguía siendo un místico. Hice mística de la revolución. Pretendía liberar a la humanidad de toda esclavitud. Me apunté al método marxista porque bullía en mi ambiente. El partido fue mi nueva iglesia, acataba su disciplina y creía con fervor en su doctrina. Los pecados se confesaban haciendo autocrítica frente a los camaradas en las reuniones de célula.
Cuando al fin me desembaracé del partido estaba completamente agotado, física y mentalmente. Aunque no se había roto del todo aquella íntima relación que tenía con la naturaleza esta había pasado a un muy segundo plano. Andaba todo el día en la ciudad, con toda clase de gente, buscando nuevas experiencias que llenaran el vacío en que había caído. Lo que produjo una intensa degradación del cuerpo y del cerebro. Sin embargo, yo seguía siendo un místico. Adopté el lema de Rimbaud según el cual para que el poeta llegara a convertirse en un vidente, en un santo era necesario el desarreglo de todos los sentidos. La droga y la mala vida ayudaban a eso.

Yo fui un místico sin Dios desde el momento en que comprendí que Dios sobraba. El íntimo sentimiento y la vivencia religiosos son algo consustancial al ser humano, que las religiones organizadas han prostituido.

Religión y religiones

Las religiones organizadas hacen de Dios una idea. A continuación estructuran su lenguaje y su discurso alrededor de esta idea.
Los místicos, sin embargo, hablan de vivenciar lo sagrado. Explicarlo de manera adecuada parece ser una actividad, al que unos más otros menos, no le dan demasiada importancia. La pereza, el miedo a las represalias, la negligencia, la conveniencia hace que transformen su vivencia en experiencia y que sus descripciones se encuadren en el lenguaje doctrinal, estructurado de las organizaciones religiosas en que viven. Pero, ¿a qué pueden llamar su vivencia de Dios sino a la vivencia del ahora? Puede que intenten camuflarlo recurriendo a la tradición, a los escritos sagrados, a las palabras del maestro fundador, pero si realmente han visto eso, si realmente han vivido y sido ahora… por qué siguen hablando de Dios.
El ahora contiene toda la energía (que es atención), toda la materia (para nosotros el cuerpo, el mundo), toda la mente (las relaciones o razón), toda la conciencia (su contenido).  Místico es el que percibe, es, vive, comprende el ahora. No hay nada cerrado, arcano, oscuro en ello, aunque la palabra mística, signifique etimológicamente eso. Oscura es la manera de expresarlo, quizá por la dificultad de decir algo que se resiste a ser puesto en palabras, de describir algo donde ya no hay pensamiento ni, por lo tanto, lenguaje. Históricamente, por la necesidad de protegerse frente a los fundamentalismos religiosos que suelen dominar las religiones organizadas,
se puede concebir a Dios como principio o causa primera o como Todo que incluye a este principio. Según la primera de estas concepciones, Dios no es exactamente Todo, a no ser que hagamos malabarismos lingüísticos para explicar como el principio es causa y todo. Según la segunda, Dios es Todo y por lo tanto incluye su principio.
A mi modo de ver ninguna de las dos concepciones aclara demasiado acerca de la idea de Dios. Es como dejarnos con la miel en los labios: después de prometernos la comprensión de lo más importante nos dicen: lo siento, no puede ser comprendido. Decir causa primera o Todo ¿es eso importante? ¿es significativo para mi vida? Ah, pero se realiza, se encarna en el hombre. Bueno, esto lo cambia todo… solo que o te crees el cuento, porque no deja de ser un cuento narrado por los creyentes del cuento, o no te lo crees. Lo que parece más cuerdo, más razonable. Y así andas, perdido.
Todo cambia al darte cuenta de que a pesar de todas las teorías que podamos elaborar con respecto a la Vida, Dios, Todo… lo único que tenemos es el momento presente. Sea lo que sea todo es ahora. Incluso lo que no es ahora, el futuro, el pasado es ahora. El darte cuenta de esto te da una tremenda energía. Ya no necesitas más a los intérpretes, a los maestros, a los sacerdotes. El no saber te da esa tremenda energía. Pero esto es todavía muy poco. Algo te lleva a preguntarte: ¿qué es exactamente esta cosa? Decir que es energía no te satisface, decir que es Dios no te satisface. Ves ahí la acción de la idea, de lo ya conocido, del pensamiento. Ves que eso está más allá del pensamiento porque cuando eres ahora el pensamiento calla. No es algo mecánico, algo que se repite a sí mismo sino que cambia de instante en instante, se mueve, es algo vivo, es inteligencia operando sin un centro. El centro significa una vuelta al yo como centro de la conciencia que observa. Y piensas: quizá Dios es esa inteligencia. A partir de ahí, al comparar eso con la inteligencia humana, que es todo lo que conocemos, es fácil darle apariencia humana, representarlo con barba sentado en su trono o blandiendo un rayo. Sin embargo, a nada es comparable o solo es comparable por las palabras que utilizamos para describirlo.
Hemos dicho que es inteligencia porque percibimos belleza, orden, armonía en todo, hemos dicho energía porque se mueve, no es estático ni mecánico, está vivo… pero no es la inteligencia, la energía que conocemos o podemos conocer. Esa inteligencia, esa energía solo es cuando yo no soy. Por tanto, me falta un término para la comparación.

La idea de Dios puede ser solo una convención que utilizan los místicos para referirse a esa energía, a esa inteligencia… pero a pesar de la convención eso es evidentemente mucho más que la causa primera o el todo.

Además está el problema del pensamiento como parte del todo. ¿Es el pensamiento energía degradada, ya que está basada en la contradicción y el conflicto, de aquella otra energía? ¿No hay una escisión entre la inteligencia y el pensamiento, entre el ahora y el tiempo? ¿Es la ignorancia parte de la inteligencia? ¿No se trata de dos movimientos totalmente distintos, aunque no opuestos?
Dicho en palabras tradicionales: si Dios es la inteligencia, Dios no es el Todo. Y entonces Dios tiene un problema con nosotros, algo se le escapa. Una parte de su creación le ha dado la espalda. Y no gracias al libre albedrío, sino a la ignorancia. El hombre no es causante de sus males, es su ignorancia. Pero ¿no es responsable de su ignorancia al confundir el conocimiento con la sabiduría fruto de la inteligencia, al perseguir la sabiduría a través del conocimiento?
Dios no ayuda, ya que no puede ser sino la idea de una causa primera o de Todo. Por eso el místico para expresar el ahora no tiene más remedio que dejar a un lado el lenguaje de las religiones organizadas, tiene que dejar a un lado la tradición, tiene que quedarse solo.

Mística y política

¿Por qué los místicos se han apartado, tradicionalmente, de toda acción política? Parece como que se quedaran colgados de Dios e ignoraran la ignorancia del mundo dejando, así, la cosa pública en manos de los ambiciosos ignorantes.
Parece que su penetración no llega a los asuntos de la carne y del mundo sino para negarlos, como si la inteligencia fuera solo una causa primera o un todo.

Por qué los místicos deben de participar en política

Tradicionalmente los místicos se han quedado al margen de la política porque han entendido por política lo que esta es en un momento determinado, no por lo que realmente significa.
Si entendemos por política participación en los asuntos públicos y pedagogía ciudadana, no parece muy sensato que los místicos hayan dejado la política a los banqueros, a los comerciantes, a los profesionales de la política.
Política no es defender nuestro partido o tener una ideología, la participación democrática solo tiene sentido cuando es ejercida por individuos libres.
Si entendemos por misticismo la práctica de un tipo de individualismo solidario, y no solitario, la política podría ser un espacio de aplicación de una pedagogía de individuos libres. Si el mundo es lo que somos, la coherencia nos lleva a que un místico debería participar necesariamente en política. Otro tipo de política, otra manera de hacer política, claro. Los místicos pueden aportar precisamente esa nueva manera a la política.
Un individuo realmente libre no debería dejar los asuntos públicos en manos de los esclavos de los comerciantes.

Los tópicos dicen:

-La política no puede dar la felicidad a la gente
    Pero algo es mejor que nada. La política es la acción relativa, que actúa en lo relativo para la consecución de lo posible.

-La política siempre es partidista. El partidismo lleva a la corrupción.

    La llamada participación en la vida pública indica, efectivamente, que la acción política se realiza como parte (de participación, parte) dentro de un todo y como el místico actúa desde el todo, ya que es un individuo completo, libre, no puede estar sometido a una facción, a un partido. Pero, quizá sea posible actuar como un individuo independiente, sano y libre en la vida pública.

-La política es siempre ideológica.

    Es así, tal y como se practica hoy día en las partitocracias llamadas democracias. Los grupos se sirven de la ideología, de su particular solución como solución a los problemas de todos, pero democracia significa gobierno del pueblo, de todo el pueblo, no de una parte sobre otra. La democracia solo es posible cuando es ejercida por individuos completos, sanos, libres.
 


Los místicos como individuos capaces de ver lo relativo como relativo y lo imposible como imposible, como individuos completos, independientes de todo grupo e ideología podrían aportar a la sociedad otra manera de hacer política. Evidentemente no estamos diciendo que los místicos formen otro partido. Nadie puede decir quién es y quién no es un individuo completo, sano, libre y, mucho menos, uno mismo.

Quizá los místicos siempre han estado haciendo política.

El poder del autoengaño

Me adentro en uno de los superventas que contiene la enseñanza de un maestro de nuestra época. Uno de esos libros aptos para las hordas de hambrientos consumidores de felicidad de esta virtual y sufriente sociedad en crisis. Lo leo como un ejercicio de libertad no para contradecirlo.

Primero define el Ser y luego dice que es accesible a usted ahora como su propio ser más profundo, su verdadera naturaleza. Y luego, no intente buscarlo, no trate de entenderlo, aunque luego te diga cómo puedes conocerlo.
Primero parte de la conclusión, la definición, y luego dice como llegar a la conclusión.

Define la iluminación no de manera negativa como el Buda, al que cita previamente y, luego, comenta que usted tiene que descubrirlo por si mismo. Unos párrafos después la define de manera positiva como recuperación y permanencia.
Es precisamente al contrario. No existe la iluminación como estado permanente. Lo recuperado es preexistente, lo cual es solo una repetición, no hay nada nuevo en eso.
En cualquier caso permaneceremos atentos a que pudiera haber un ser humano iluminado permanentemente, aunque no entiendo qué importancia puede tener eso para cualquier otro ser humano. Sino despertar en él el deseo de ser también un iluminado. 

Está servido el primer plato del autoengaño.

Dice que la la palabra Dios se ha convertido en un concepto cerrado, que prefiere la palabra Ser y que aunque no puede ser definido es definido a continuación como realidad trascendental,  lo infinito invisible… y dice, contradiciéndose nuevamente que es imposible formarse una imagen mental de ello. Pero realidad trascendental,  lo infinito invisible… y otras frases confusas como la sensación de su propia presencia, la experiencia del Ser son no solo imágenes mentales, sino definiciones, conclusiones, imágenes de Dios, del Ser o como usted quiera llamarlo.

La confusión en las palabras denota una mente perezosa para la investigación.

Está servido el segundo plato del autoengaño.

Dice que la identificación con su mente, es el mayor obstáculo para experimentar esta realidad (se refiere al Ser, con mayúsculas). No explica que entiende por mente, pero la frase denota que cree que hay una mente tuya, una mente mía, una mente de él. Como muchos de los maestros iluminados no entiende qué es la mente, quizá porque su mente está ofuscada con tanta luz. Vuelve luego a hablar de la iluminación con un lenguaje que denota completa y perfecta familiaridad con el término y su concepto, como algo que es normal en uno y, por eso, puede hablar con completa normalidad de ello.
Más adelante se explica: usted cree que usted es su mente. Ese es el engaño. El instrumento se ha apoderado de usted.

Con lo cual venimos a saber que identifica mente y pensamiento. Gran confusión. Mente es orden, proporción, razón, este es su significado original según los creadores de la palabra, los griegos antiguos.

Este iluminado no ha resistido ni tres asaltos, pero aún nos queda el postre, exquisito.

Dice La identificación con su mente crea una pantalla opaca… entre usted y su propio yo, como si hubiera un yo impropio… usted y… usted y… usted y… usted y… (Aquí un montón de conceptos más). Entonces olvida el hecho esencial (algo que usted sabía y olvido, qué falta de humildad), usted es uno con todo lo que es (no lo olvide amigo, repítaselo constantemente, de lo contrario está perdido).

Y se explica:
Con "olvidar" quiero decir que usted ya no puede sentir esta unidad como una realidad auto-evidente. Puede que crea que es verdad, pero ya no sabe que es verdad. Una creencia puede ser consoladora. Sin embargo sólo a
través de su propia experiencia se vuelve liberadora.

Ya no puede sentir esta unidad, lo que quiere decir que la sintió antes, aunque no lo recuerde. Bonita conclusión vendida como revelación del que sabe al que no sabe. Por supuesto, se trata de una realidad auto-evidente. Pero, dígame por favor, cómo sabe que es autoevidente: el que sea evidente para sí misma (es decir, autoevidente) no quiere decir que tenga que serlo para mí, o para usted o para cualquier otro.
¿Ya no sabe que es verdad? Alguien puede saber que algo es verdad o la verdad es algo que surge cuando cesa todo tipo de saber.
Y por último: oh, dios, qué gran revelación saber que una creencia puede ser consoladora y que gracias a la propia experiencia (como si fuera posible la experiencia ajena) se vuelve liberadora. ¿Una creencia liberadora? Esto sí que es un gran descubrimiento.

Otra vez la falta de creatividad en el lenguaje denota una tremenda confusión, una profunda pereza por dominar el instrumento de comunicación.

Qué magnífico e insuperable ejercicio de autoafirmación negativa.

Si empiezas por la verdad de “no sé” investigas, pero si empiezas por el “yo sé algo que usted no sabe” se apiñan un montón de incautos a tu alrededor.

Así son los maestros de nuestra época. Sin ánimo de ofender al aludido, pues creo en su sinceridad, lo cierto es que la mayoría de estos maestros han descubierto una gran verdad: Haz como que sabes, halaga y venderás. Ante esto ellos dirán: eres un intelectual, mira con tu corazón y no con la razón. Tratan así de anular la capacidad crítica, la mente libre y no condicionada, condición sine qua non para que se haga efectivo el engaño.

Ante este tipo de textos, uno que es una persona sencilla, que tiende a no creer lo que los demás dicen simplemente porque insistan de manera más o menos sugestiva sobre los mismos conceptos, y creyendo en la sinceridad de su autor, se pregunta:

Qué diantres le habrá pasado a este hombre, qué ha acallado su pensamiento hasta el punto de no poderlo ver. Bajo qué tipo de autoengaño ha quedado sepultado. Un auténtico misterio se abre aquí para el investigador serio.

Una pista: más adelante habla de:

los procesos involuntarios de pensamiento que usted no se da cuenta que puede detener

¿Que usted puede detener qué? Usted es el pensamiento tratando de detener su pensamiento.

Lo bueno es que usted puede liberarse de su mente. Escuche la voz de su cabeza, esté allí como si fuese un testigo.

Pero ¿no se ha dado cuenta aún de que el testigo, el observado es lo observado? Surge un grito de terror al vacío. Es necesariamente urgente crear una entidad. Realmente es un hombre entrenado para no pensar sino en lo que le conviene. Y así lo resuelve:

Pronto empezará a darse cuenta de esto: está la voz y estoy yo escuchándola, observándola. Esta comprensión del Yo soy, esta sensación de su propia presencia, no es un pensamiento. Surge de más allá de la mente.

Nueva conclusión y meollo del autoengaño. No comprendo el interés de seguir manteniendo ese ser llamado yo. Por qué no llamarlo simplemente atención, observación sin observador. No es una cuestión de gustos, eso es lo que significa en nuestro idioma, consulta el diccionario.

Y punto y final del autoengaño:

En lugar de "observar al que piensa" usted puede crear también una brecha en la corriente de la mente simplemente dirigiendo el foco de su atención hacia el Ahora (…) Esa es la esencia de la meditación.

Ocurre precisamente al contrario, cuando usted deja de focalizar su atención el ahora es.

Esa brecha de la que habla será simplemente un intervalo entre dos pensamientos creado por el pensamiento (la voluntad, la intención de hacerlo es pensamiento). Para que el ahora sea usted solo puede estar presente si se da cuenta de que usted es solo pensamiento. Está su cuerpo, su cerebro, eso es evidente, pero no usted, porque usted es solo su pasado. El cuerpo no es usted. No es una cuestión de palabras, es un hecho: quién controla la vida de su cuerpo, el movimiento de su corazón ¿es usted?

Si usted dirige un foco de atención en esa dirección, si dirige su atención en cualquier dirección, está condicionando su acción desde el pensamiento y, por tanto, el resultado de esa acción será condicionada y creará un ahora a su imagen y semejanza.
La meditación es la acción de la mente cuando no está usted.

Mindfulness

He tenido conocimiento de cierta práctica llamada mindfulness y como parece que tiene que ver con el ahora investigo al respecto. Veamos qué dicen los especialistas. Veamos qué saben realmente:
Busco en Google y sigo la primera página que aparece en los resultados.
Los que dicen que sabe dicen:
La experiencia de mindfulness se devela y se entrena en una disciplina o práctica llamada meditación.
Si entendemos por mindfulness la vivencia del ahora no puede ser una experiencia, pues esta es siempre pasado. Podemos experimentar ahora pero con arreglo a un patrón establecido, un método, una técnica, un sistema. A ese método le llaman meditación. Pero ¿es la meditación un método o lo que surge una vez que hemos desechado todos los métodos?

Según el diccionario de María Moliner
experiencia (del lat. experientĭa)
1 f. Hecho de presenciar, *conocer o sentir alguien una cosa él mismo, por sí mismo o en sí mismo: ‘Sé por experiencia lo que es eso’. 5 Circunstancia de haber hecho repetida o duraderamente una cosa, lo que da habilidad para hacerla: ‘Tiene mucha experiencia de cuidar niños’. 1 *Práctica. 5 Conjunto de antecedentes, ejemplos o precedentes que se tienen en general o que tiene alguien sobre cierta cosa: ‘Les falta experiencia política’. 5 *Conocimiento de la vida adquirido viviendo: ‘Déjate aconsejar por una persona de experiencia’.
2 Situación o *suceso por los que se pasa y con los que se adquiere conocimiento de la vida: ‘Fue una experiencia dolorosa, pero útil’.

En la experiencia siempre hay alguien que experimenta ¿Puede alguien experimentar el presente o el presente es aquello donde no hay un experimentador y, por lo tanto, no hay experiencia?

La práctica se basa en entrenar el estar presente y consciente en cada momento de nuestra vida; acoger cualquier cosa que surja en nuestra experiencia, amorosamente y sin juicio; abrir el corazón para hacernos amigos de nosotros mismos y permitir que surja la compasión por los demás.

Los mismos términos utilizados denotan que ese entrenamiento, ese acoger, ese abrir el corazón... lo hace una entidad generada por el pensamiento, y donde hay pensamiento no puede haber vivencia del ahora, porque el pensamiento es esencialmente pasado o proyección de este en el futuro.

El Budismo, tradición de la cual surge la práctica de meditación, es el conocimiento acumulado durante miles de años por la práctica de la observación directa de la mente y la realidad a través de prácticas de meditación.

Ese conocimiento acumulado no puede nunca alcanzar algo que está más allá del tiempo. El ahora es ahora, no ayer ni mañana, no es conocimiento, pues este se basa en el tiempo, ni puede alcanzarse mediante una técnica, ya que estas se basan en el tiempo. La comprensión de esta verdad es ahora o no es nada más que una ilusión, una imagen, una idea.

Consiste  básicamente en regresar una y otra vez, a la experiencia más inmediata de la realidad del momento presente, de manera  amable y sin juicio.

Cómo puede alguien regresar al momento presente, regresar implica tiempo, una y otra vez significa que se va del presente a no se sabe donde. El sentido común nos indica que del presente nadie se ha movido.

Muchos autores han definido mindfulness de distintos modos. Algunas de estas definiciones son:

“Darse cuenta, de la experiencia presente, con aceptación”.  (Germer, Ch. 2005, p. 7)

Hay aquí una contradicción en los términos que indica que el definidor no entiende lo definido. Ya hablamos de la experiencia y de la exigencia de un yo que experimente. La aceptación es una forma de pensamiento. En el presente puede haber pensamiento y este pensamiento es la acción del yo. Si está el yo ese darse cuenta es simplemente un movimiento del pensamiento y, por lo tanto, no es completo.

“Prestar atención de manera particular, como propósito, en el momento presente y sin juicios mentales” (Kabat Zinn, J.1994, p.4).

La atención no puede ser particular, la atención no es tuya ni mía y es siempre en el presente, donde hay un propósito no puede haber atención, el propósito es una idea, un pensamiento.

“La capacidad humana universal y básica, que consiste en ser conscientes de los contenidos de la mente, momento a momento”   ( Simón, V. 2007, p.8)

Es una presunción o una conclusión decir que es la capacidad humana universal y básica, toda conclusión sigue estando en el campo del tiempo, del pensamiento.

“Conciencia Plena es mantener viva la consciencia en la realidad presente”. (Hanh,T.N. 1976,p.11).

Quién puede mantener viva la consciencia sino la entidad que llamamos ego. El ahora es, no necesita ser mantenido vivo.

“Estar frente a la desnuda realidad de la experiencia, observando cada evento como si estuviera ocurriendo por primera vez” (Goleman, D.  1988, p.20).

Quién es el que está enfrente sino esa entidad, el yo pensamiento, que se separa de la realidad, quién es el que observa... no hay “como si”: todo es por primera (y última) vez en el ahora.

Entonces, ¿qué es realmente el mindfulness? ¿Un truco más del yo para perpetuarse a sí mismo, un invento de los especialistas para conseguir sus objetivos (curar a los pacientes mediante una teoría más sobre la mente o llenarse el bolsillo a su costa)?

No es cierto que resulte difícil encontrar una palabra que se corresponda con el significado real que tiene la palabra inglesa mindfulness. Pero un término en inglés siempre vende más que su correspondiente castellano.

El Cambridge Dictionary Online lo define como:

the practice of being aware of your body, mind, and feelings in the present moment, which is thought to create a feeling of calm : Mindfulness can be used to alleviate feelings of anxiety and depression.
(Definition of mindfulness from the Cambridge Advanced Learner's Dictionary & Thesaurus © Cambridge University Press)


Mindfulness significa: atención, circunspección, cuidado. Similar al término “contemplación”, usado en la mística española, y que significa “Estado de la persona que está absorta en la contemplación de Dios” (María Moliner), si entendemos, en un contexto laico, que Dios es el ahora y el ahora es Dios. El significado etimológico de contemplar (del latín contemplari)  es “mirar atentamente”. El término se crea en un contexto diferente al de la mística: se encuentra por primera vez en Berceo. Entre los derivados se halla contemporáneo, o sea, de la época actual, de ahora (Diccionario etimológico de Joan Corominas). Lo de “estar absorta” no deja de ser una interpretación subjetiva o una actitud personal del hecho mismo de mirar, observar sin opción y atentamente, lo que es.

Si nos atenemos a su significado quizá podamos descubrir un mindfulness diferente. Alguien quizá pueda ofrecerle unas indicaciones, pero nadie puede enseñárselo, nadie puede transmitirle una técnica o conocimiento para vivir el ahora con atención, circunspección, cuidado. Eso es algo que usted tiene que hacer ahora. 

Aislamiento y soledad

El escritor observaba que en literatura había, por un lado, los profesionales, por otro, los aficionados.
Le había confundido durante mucho tiempo su criterio equivocado de profesionalidad. Profesional no es el escritor que publica, ni el que tiene éxito, ni el reconocido por las diversas instituciones que se dedican a eso (ya sean críticos, editores u organismos oficiales). Nadie tiene que decidir si eres un profesional o no, ni siquiera tú, aunque solo tú sabes el grado de madurez adquirido en el oficio. Siempre y cuando te conviertas en un implacable lector crítico de tu propia obra.
Hay escritores que publican en cuanto paren un primer borrador (se les descubre enseguida por la imprecisión de lo que dicen, por el descuido no intencionado en la forma de decirlo) y otros que pulen y pulen obsesivamente (se les descubre porque al final destruyen la espontaneidad primera del creador y acaban por no dicen nada). Nuestro escritor había sido de estos últimos hasta que decidió abrir su estudio al público, airear en Internet su laboratorio secreto
así como las circunstancias de los momentos de la escritura, mostrar su obra como algo provisional, siempre en proceso, nunca terminada. Su intención: ser un profesional sin perder la espontaneidad del aficionado a través de la interacción con los lectores en el mismo proceso solipsista de la expresión. Evidentemente, eso no basta para no perder la frescura del ahora en el instante de la escritura.
¿Quién escribe realmente? ¿Soy yo, desde mis conocimientos, mis recuerdos, mis condicionamientos o el momento de la expresión es un acto creador en el ahora y, por tanto, no hay yo que escriba?
Ahora veía que había estado completamente aislado porque confundió aislamiento con soledad. El escritor está solo si es un creador, un poeta (poeta no es el que escribe versos, poeta, del griego poíēsis, significa creador). Ni el editor, ni el agente literario, ni el público deben estar presentes en el proceso de la creación
(que abarca todos y cada uno de los momentos: desde el primer borrador y la corrección hasta la obra acabada y la edición) condicionando el resultado. Ni siquiera tiene que estar presente el escritor prejuzgando, proyectando su sistema de valores como la verdad, si es un poeta, un creador y no un mero propagandista al servicio de una ideología o un productor de objetos para el consumo.
Estar solo (con la misma raíz que sólido, solidario) significa ser ahora, es decir, solidario con lo otro (lo que no eres tú, tú eres tu conciencia y tu conciencia es conocimiento, memoria, pasado) y, a través de lo otro con los otros. El poeta es el que está abierto al descubrimiento, a la revelación del ahora y se debe a la vida, no a las ideas o al mercado.

El idealista

Cuando el escritor se retiró volvió el idealista, con su ambición. El escritor pudo ser un mero instrumento para ganarse la vida, pero en el momento en que pretendió convencer o triunfar no fue sino una recreación del idealista que nació de la crisis existencialista en la primera juventud. Me hice consciente de que sufría y de que ese sufrimiento no era ajeno al sufrimiento de los demás. La pregunta era: ¿puede terminar el sufrimiento humano? Pero el sufrimiento no se apaga con teorías, con ideologías o con doctrinas, que son formas de huida, sino mirándolo cara a cara. 

No me quedé con el dolor de la pregunta, como ahora, sino que elegí una respuesta. Primero supuse una causa y de esta extraje la conclusión y mi particular solución (que no era sino la solución de mi tiempo) aconsejado por los compañeros. Debatíamos con urgencia caminando por las calles y parques de nuestro barrio, buscando, decidiendo que había que luchar contra la opresión de la dictadura cuando apareció la teoría perfecta. Perfecta pues no solo nos ofrecía una salida para lo inmediato, sino la respuesta al sufrimiento humano en un paraíso de futuro. La revolución social y política crearía otra sociedad y esta daría a luz al nuevo hombre. Del sentimiento trágico de la vida de Unamuno y de La Náusea de Sartre pasamos a los libros de Engels y Marx.

Pero no comprendía que el futuro es proyección del pasado y que, por eso, ninguna teoría, ninguna doctrina, ninguna ideología pueden ser completamente revolucionarias, ya que no afectan al ser humano en su totalidad. La revolución o es totalmente ahora o se trata de un escape, una simple treta del pensamiento aburrido de su propia futilidad y rutina.

El idealista permaneció agazapado en los pliegues oscuros de mi conciencia durante toda mi vida, proyectando en lo que era lo que deseaba ser. En los períodos de desengaño y nihilismo se mostraba como reacción. En los periodos de activismo, como una ansiosa acción que no era sino otra forma de reacción. No había creatividad, solo reacción.
Con o sin ilusión, con esperanza o sin ella vivía en un círculo vicioso en el que creía compartir con los otros algo más que imágenes, ideas, sueños, visiones del mundo… Pero la energía del ahora, la acción creativa, no podía ser mientras alentara una ilusión. Según nacían las destruía. Solo quedó el esqueleto del yo que se regeneraba a sí mismo como las cabezas cortadas de una hidra. Nació entonces la ilusión del amor como un deseo anclado en el vacío. Pero no me bastaba, no quería sucedáneos porque había sentido de verdad el sufrimiento humano y ahora ya no había vuelta atrás. El amor o la muerte, no más simulacros.
 
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