No basta con vivir el ahora, ni con saber que el ahora es todo lo que existe, es preciso comprenderlo y explicarlo. No pretendo desarrollar una nueva teoría sobre la Vida, el Universo o el Todo. Dejo eso para los que dicen que saben, los especialistas, profesores, filósofos, maestros, iluminados. Soy solo un poeta que, con toda sencillez, les invita a iniciar una investigación sobre el movimiento que, revolución completamente distinta a todas las conocidas, comienza con el darse cuenta de la importancia que tiene el comprender el ahora.

Misticismo

“'mística' designa la actividad espiritual que aspira a llevar a cabo la unión del alma con la divinidad por diversos medios (ascetismo, devoción, amor, contemplación).” 
Ferrater Mora. Diccionario de términos filosóficos.

Esta definición, cualquier definición, está condicionada por determinada manera de entender el hecho y por una determinada manera de explicarlo. Actividad espiritual, alma que aspira, divinidad, diversos medios… son términos dentro de un determinado contexto cultural que presupone la existencia de una realidad a la que se refieren esos conceptos. Pero ¿es esa actividad, denominada mística, realmente un hecho o es una actividad imaginaria? Si fuera imaginaria podríamos decir que es también un hecho, un hecho imaginario, distinto por tanto de un hecho mental o físico. Sería preciso discernir esta diferencia para poder discriminar entre uno y otro hecho.

Lo que nos importa de la mística no es el lenguaje que utiliza, dentro de un contexto cultural, sino lo que revela más allá de ese lenguaje. Si hay o no un hecho no imaginario detrás de las palabras que lo definen, describen o relatan.

En las sombras del templo había un niño asustado más por el pecado que por el castigo. El pecado era su castigo pero, sobre todo, tener que confesarlo. Cuando le llegó el turno se arrodilló frente al anciano sacerdote. El niño balbuceó la oración de rutina y contó a aquel hombre lo que le inquietaba. Cuando acabó y cumplió su penitencia salió a la calle feliz, con la conciencia tranquila, liberado de las tinieblas de aquel templo.
Después de la primera comunión me volví muy escrupuloso con mis deberes religiosos. Asistía a misa, me confesaba y comulgaba todas las semanas. Sin embargo, aquello no bastaba para aplacar mis terribles sentimientos de culpa. Si pensar en cosas prohibidas era pecado el intentar no pensarlas me provocaba aquello que quería y debía evitar. En aquel juego de control y represión siempre perdía yo.
Acabé por dejar de confesarme, para no pasar por aquellos malos ratos. Los pecados se acumularon hasta tal punto que necesitaría muchas horas para ponerme al día. Opté por olvidarme de Dios y sus preceptos, de las obligaciones que en su nombre nos imponían los sacerdotes. No había ahí un acto perceptivo de la maldad intrínseca de aquellas imposiciones, solo negligencia.
Espontáneamente, una vez eliminada la carga, volví a ser el místico de la naturaleza que siempre había sido, un místico laico y ateo cuyo templo eran los campos, los ríos, las montañas.

Tras la crisis existencialista de la pubertad milité en un partido comunista aunque seguía siendo un místico. Hice mística de la revolución. Pretendía liberar a la humanidad de toda esclavitud. Me apunté al método marxista porque bullía en mi ambiente. El partido fue mi nueva iglesia, acataba su disciplina y creía con fervor en su doctrina. Los pecados se confesaban haciendo autocrítica frente a los camaradas en las reuniones de célula.
Cuando al fin me desembaracé del partido estaba completamente agotado, física y mentalmente. Aunque no se había roto del todo aquella íntima relación que tenía con la naturaleza esta había pasado a un muy segundo plano. Andaba todo el día en la ciudad, con toda clase de gente, buscando nuevas experiencias que llenaran el vacío en que había caído. Lo que produjo una intensa degradación del cuerpo y del cerebro. Sin embargo, yo seguía siendo un místico. Adopté el lema de Rimbaud según el cual para que el poeta llegara a convertirse en un vidente, en un santo era necesario el desarreglo de todos los sentidos. La droga y la mala vida ayudaban a eso.

Yo fui un místico sin Dios desde el momento en que comprendí que Dios sobraba. El íntimo sentimiento y la vivencia religiosos son algo consustancial al ser humano, que las religiones organizadas han prostituido.

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